Pero el gaditano no fue el único poeta que estuvo en ese día en la grada.
-Rafael Alberti (1902-1999)-
oso rubio de Hungria.
Ni el mar,
que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugia.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No, nadie, nadie, nadie
Camisetas azules y blancas, sobre el aire, camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrandote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiendo en la yerba de otro pais.
Contraoda del poeta de la Real Sociedad
- Gabriel Celaya (1911-1991)-
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pajaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un arbitro comprado.
Todos lo recordamos y quizá mas que tu,
mi querido Alberti, lo recuerdo yo,
por que yo estaba allí, porque vi lo que vi,
lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre
recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos
y hay algo que no cambian los falsos resultados.
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