Luis Suárez terminó siendo clave en el triunfo uruguayo ante Ghana, no sólo por lo que obligó en ofensiva, sino por la última atajada que le dio una vida más al equipo de Oscar Washington Tabárez para llegar a la semifinal de la Copa del Mundo. El salteño, con el partido a punto de terminar, demostró que no sólo juega bien con los pies.
El impresentable Olegario Benquerença ya pitó una falta de Fucile que no existió. Es la última jugada del juego y la posibilidad de Ghana de poner a todos sus hombres en el área celeste. El centro no encontró la mejor respuesta de la retaguardia oriental, y después de un par de rebotes cabeceó Adiyiah. Era gol. Se metía. Pero no.
Apareció Suárez con un acto reflejo que vale más de lo que cuesta. Al salteño lo expulsaron y no jugará ante Holanda, pero no importa. Valió la pena porque la suerte estuvo del lado celeste. Esa suerte tan esquiva cuando se definió por penales con Brasil en Venezuela 2007, o con Australia en la repesca en aquel noviembre de 2005.
La jerarquía de sobra que tuvo Abreu para ejecutar un penal como nadie se animaría a hacerlo en un momento tan crucial, fue la que le faltó a Gyan para meter el gol que lograra algo histórico para el continente africano, que nunca llegó a semifinales.
Claro que Gyan, minutos después, se animó a pegarle al ángulo en la primera ejecución de la serie por su equipo. Pero ya era tarde. La suerte estaba echada. El triunfo iba a ser celeste porque la historia lo quiso, y porque las manos de Suárez y Muslera, sumadas a la locura de Abreu, así lo permitieron.
Montevideo Portal
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